Si mirás dentro de las palabras, me verás venir en un caballo alado a infundirte coraje. Hoy jugaré a ser una noble dama de la orden sagrada del divino corazón, que por amor acude a tu encuentro para que viajemos.
jueves, 29 de agosto de 2013
sábado, 17 de agosto de 2013
Los Hijos del Bosque.
Nos dirigíamos por la autopista con la ayuda de mi anticuario Ford cuatro puertas, con intenciones de llegar a una majestuosa ciudad, que contaba con un extenso mar y con hermosos hoteles cuatro estrellas.
Viajábamos de noche y yo conducía. Mis dos inquietos hijos iban riñendo como perros y gatos en los asientos traseros, por causa de un juguete. Por otro lado mi querida y radiante esposa, hacía notar su presencia en el asiento del acompañante.
Mientras conducía por aquella carretera, hubo algo que llamó mi completa atención.
Jamás había visto unos cielos tan turbios, como los de aquella noche. Sin dudas, la noche es tenebrosa en muchas ocasiones, pero en esta ocasión hacía notar su diferencia a leguas. Parecía que sombras etéreas revoloteaban en los cielos, como bestias despreciables provenientes del mismo tártaro.
Con la vejiga ya por estallar a causa de unos refrescos, que por cierto estaban realmente refrescantes y deliciosos. Tuve que detenerme a un costado de la carretera, para poder orinar.
Una vez que apagué el motor del auto, me puse en trámite de abrir la puerta. Pero mi esposa me dijo algo muy extraño antes de que salga del automóvil. Algo que le traía asustada e inquietante.
Denis, ten cuidado. Y no te tardes.
Despreocúpate, mi amor le dije, aliviando su ser.
Y gesticuló, demostrando su preocupación notablemente. Aquella carretera estaba avizorada por extensos bosques de pinos, que inundaban en fauna salvaje. Mi esposa, tenía una especie de fobia a los animales y más a los noctámbulos. Y yo, por otro lado, era todo un aventurero a la hora de encontrarme con animales indómitos y esotéricos.
Dicen… que estos bosques son peligrosos me dijo.
Lo sé, pero tengo que orinar ¡Mujer! exclamé.
Dejando el parloteo con mi cónyuge que demostraba su preocupación en un grado elevado, enfilé lo bastante lejos del automóvil para poder hacer mi necesidad con privacidad.
Caminé un trayecto considerable y encontré el árbol perfecto, (parecía un can escogiendo su lugar preferido).
Para no entrar en detalles lujosos, una vez que terminé, decidí volver al coche que estaba a unos diez pasos de mi ubicación. Realmente me había alejado lo suficiente, como para ser devorado incompasivamente por alguna criatura de los caudales sombríos.
Pero cuando estaba a punto de comenzar a movilizarme con mi cuerpo falto de ensanches, escuché un chirrido desordenado que provenía de unos arbustos cercanos a mi posición.
Sin pensar mucho en la situación y por una curiosidad muy propia de los humanos decidí, investigar de quién o de qué provenían tales sonidos.
En un movimiento brusco con mi brazo para correr los débiles arbustos, logré ver quién era el dueño de los sonidos tan vagos y a la vez tan vivos. Al parecer y, por lo visto de mis ojos que nunca me fallaban, el causante de los sonidos era un niño. Pero, si lo miraba detenidamente lograba darme cuenta que parecía ser una niña; por su vestido floreado y su sombrerito rosa.
Esta situación se tornaba un tanto extraña, ya que este ser tenía rostro de varón y vestimenta de mujer. Si hubiese sido más grande de edad, me hubiese atrevido a decir que era un travesti. Pero que no quepa duda alguna, que aquella persona no era para nada tal etiquetación.
Lo más apropiado que se le ocurrió a mi mente fue, lanzar unas palabras para romper aquel silencio deprimente, en los bosques cubiertos por telones de oscuridad infinitesimal.
Hola, le dije, con un tono de voz lo bastante dulce como para tratar a un niño.
Pero este niño, no tenía ninguna intención de contestar.
¿Te has perdido? le pregunté.
Seguía sin contestar. Y lo extraño de la situación era, que aquel niño no demostraba signo alguno de pavor y tampoco demostraba prestar mucha atención a lo que yo parlaba.
¿Me vas a contestar?
Cuando le dije esto tomó unas fuerzas descomunales y se acercó hacia mí. Una vez que estaba a tan sólo un cuerpo de mi persona. Sucedió lo más macabro que había presenciado en toda mi hermosa vida.
La cabeza de aquel ser que demostraba una ternura indiscutible o simplemente un mal augurio, estalló tiñendo todo mi torso y rostro, con una mezcla de sesos, sangre y mucosidad. Pero cuando ésta estalló inmediatamente fue reemplazada por otra cabeza más avejentada y simiesca emergiendo de sus entrañas y arrojando sangre hacía los aires, algo que hurtó mi alma de un solo tirón.
Al presenciar esto decidí, movilizar mis piernas antideportivas para correr como nunca; lo más apropiado a la situación. Yo, no era del tipo de persona que aspiraba a ser el héroe de los dioses de Valhala. Y exagerando aquella situación, puedo tener el atrevimiento de decir que dejé atrás a mi propia alma, tras haber iniciado aquella carrera para librarme de tal atrocidad.
Pero cuando tan sólo emprendí unos siete pasos, unos tentáculos viscosos color negro me atraparon del torso y me arrastraron hasta las entrañas del bosque oscuro, lúgubre y tenebroso. En aquel ínterin perdí todo tipo de noción de la situación. Y cuando desperté, estaba invadido por rostros de unas criaturas a las que jamás hubiese querido ver.
Al parecer eran seres con cuerpos de niños, ataviados con vestidos como los de las muñecas de porcelana y con unos rostros ancianos, tan arrugados como las pasas de uva. Pero no era eso lo que inquietaba mi quietud, sino que estas criaturas repulsivas abrían sus enormes bocas inmundas, repletas de colmillos haciendo notar la escasez de dientes comunes como los que Dios nos había concedido. Bocas que por cierto, se alejaban mucho de las bocas humanas tomando formas realmente aterradoras. Estas bocas estaban divididas en cuatro pedazos formando una “x” y se retraían una y otra vez, chorreando un líquido transparente con olor acre.
En aquel momento pasaban muchas sensaciones por mi ser, pero la que más hacía notar su presencia era la del miedo. En un intento desesperado por librarme de aquellos demonios de los caudales nocturnos, lancé golpes con mis puños hacia todas las direcciones posibles y a la vez pataleaba sin control alguno. Mientras que los diablillos intentaban morderme, algo que les había costado mucho, ya que les estaba dando una feroz batalla. Pero uno de ellos, hizo salir una cuchilla oculta en su muñeca derecha, que desgarraba su propia carne para liberarse y me cortó en la sección torácica. Jamás en mi vida había sentido tal dolor, un dolor que parecía que quemaba mi propia alma.
Ya sin fuerza, tras pelear como todo un gladiador hasta la muerte, sólo me rendí y dejé que aquellos bichejos hicieran su trabajo de verdugo.
Pero cuando el engendro con la cuchilla saltó hacia mi rostro de imprevisto, todo se tornó brumoso congestionándose mi zona ocular. Y en cuestión de segundos desperté al lado del arbusto donde había encontrado al primer demonio de las sombras danzantes. Esta vez había rostros que me asechaban pero no sofocaban mi respirar, ya que eran los de mis amados seres. Mi familia estaba preocupada por no tener conocimiento de qué es lo que me había ocurrido. Y mi fiel esposa, me preguntó algo que ya era presagiado.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué estás tirado? ¡Te lo dije, este bosque es peligroso!
Nada, no lo sé, le contesté, poniéndome en la piel de un tartamudo por el shock de sensaciones repulsivas.
Muy bien… te cargaré con la ayuda de los niños y te llevaremos al automóvil me dijo, tan divina como siempre.
Después de todo lo vivido, dormí como un cerdo en el trayecto hacia la ciudad. Pero cuando desperté, lo más insólito ocurrió, ya que le pregunté a mi concubina algo de lo que estaba muy seguro.
¿Ya llegamos? ¿No?
Denis, recién vamos por mitad de camino. Ahora nos adentraremos por la carretera que nos dará el radiante paisaje natural, de los bosques de pinos que demuestran su esplendor a leguas. Me contestó, en un tono irónico. Mientras mis dos pequeños, se liaban a empujones en los asientos traseros por un juguete.
¿Qué? Exclamé ¿Pero por qué estás manejando tú?
¿No lo recuerdas? Me dijisteis que tenías un sueño arrasador y, me pedisteis que yo manejara hasta nuestro paradero final.
Sin dudas, todo lo vivido había sido un sueño, gracias al glorioso creador de los cielos, todo había sido una maldita pesadilla. Además mientras viajábamos era de día. Un radiante día con el sol resplandeciente y los cielos divinos, que demostraban la viveza del mundo colosal.
El calor era abrumador y, decidí abrir la ventanilla para sentir la suave brisa de la carretera. Pero aún seguía con calor y decidí quitarme la remera. Y cuando lo hice, sin ningún tipo de aviso mi mujer, dio un grito de asombro.
¡Ah!
¿Qué? le pregunté atónito.
¡Mira tu pecho Denis! me dijo, con un pavor eterno.
Y cuando miré mi pecho inundado en vello, pude ver aquella cicatriz en la sección torácica.
Todo lo que había ocurrido en aquella noche, de la cual eran dueños aquellos engendros con rostros ancianos y cuerpos de niños, no había sido ningún tipo de engaño, ilusión o pesadilla. Todo había sido tan real que aún, conservaba aquel corte del cual nunca más olvidaré en toda mi vida.
Viajábamos de noche y yo conducía. Mis dos inquietos hijos iban riñendo como perros y gatos en los asientos traseros, por causa de un juguete. Por otro lado mi querida y radiante esposa, hacía notar su presencia en el asiento del acompañante.
Mientras conducía por aquella carretera, hubo algo que llamó mi completa atención.
Jamás había visto unos cielos tan turbios, como los de aquella noche. Sin dudas, la noche es tenebrosa en muchas ocasiones, pero en esta ocasión hacía notar su diferencia a leguas. Parecía que sombras etéreas revoloteaban en los cielos, como bestias despreciables provenientes del mismo tártaro.
Con la vejiga ya por estallar a causa de unos refrescos, que por cierto estaban realmente refrescantes y deliciosos. Tuve que detenerme a un costado de la carretera, para poder orinar.
Una vez que apagué el motor del auto, me puse en trámite de abrir la puerta. Pero mi esposa me dijo algo muy extraño antes de que salga del automóvil. Algo que le traía asustada e inquietante.
Denis, ten cuidado. Y no te tardes.
Despreocúpate, mi amor le dije, aliviando su ser.
Y gesticuló, demostrando su preocupación notablemente. Aquella carretera estaba avizorada por extensos bosques de pinos, que inundaban en fauna salvaje. Mi esposa, tenía una especie de fobia a los animales y más a los noctámbulos. Y yo, por otro lado, era todo un aventurero a la hora de encontrarme con animales indómitos y esotéricos.
Dicen… que estos bosques son peligrosos me dijo.
Lo sé, pero tengo que orinar ¡Mujer! exclamé.
Dejando el parloteo con mi cónyuge que demostraba su preocupación en un grado elevado, enfilé lo bastante lejos del automóvil para poder hacer mi necesidad con privacidad.
Caminé un trayecto considerable y encontré el árbol perfecto, (parecía un can escogiendo su lugar preferido).
Para no entrar en detalles lujosos, una vez que terminé, decidí volver al coche que estaba a unos diez pasos de mi ubicación. Realmente me había alejado lo suficiente, como para ser devorado incompasivamente por alguna criatura de los caudales sombríos.
Pero cuando estaba a punto de comenzar a movilizarme con mi cuerpo falto de ensanches, escuché un chirrido desordenado que provenía de unos arbustos cercanos a mi posición.
Sin pensar mucho en la situación y por una curiosidad muy propia de los humanos decidí, investigar de quién o de qué provenían tales sonidos.
En un movimiento brusco con mi brazo para correr los débiles arbustos, logré ver quién era el dueño de los sonidos tan vagos y a la vez tan vivos. Al parecer y, por lo visto de mis ojos que nunca me fallaban, el causante de los sonidos era un niño. Pero, si lo miraba detenidamente lograba darme cuenta que parecía ser una niña; por su vestido floreado y su sombrerito rosa.
Esta situación se tornaba un tanto extraña, ya que este ser tenía rostro de varón y vestimenta de mujer. Si hubiese sido más grande de edad, me hubiese atrevido a decir que era un travesti. Pero que no quepa duda alguna, que aquella persona no era para nada tal etiquetación.
Lo más apropiado que se le ocurrió a mi mente fue, lanzar unas palabras para romper aquel silencio deprimente, en los bosques cubiertos por telones de oscuridad infinitesimal.
Hola, le dije, con un tono de voz lo bastante dulce como para tratar a un niño.
Pero este niño, no tenía ninguna intención de contestar.
¿Te has perdido? le pregunté.
Seguía sin contestar. Y lo extraño de la situación era, que aquel niño no demostraba signo alguno de pavor y tampoco demostraba prestar mucha atención a lo que yo parlaba.
¿Me vas a contestar?
Cuando le dije esto tomó unas fuerzas descomunales y se acercó hacia mí. Una vez que estaba a tan sólo un cuerpo de mi persona. Sucedió lo más macabro que había presenciado en toda mi hermosa vida.
La cabeza de aquel ser que demostraba una ternura indiscutible o simplemente un mal augurio, estalló tiñendo todo mi torso y rostro, con una mezcla de sesos, sangre y mucosidad. Pero cuando ésta estalló inmediatamente fue reemplazada por otra cabeza más avejentada y simiesca emergiendo de sus entrañas y arrojando sangre hacía los aires, algo que hurtó mi alma de un solo tirón.
Al presenciar esto decidí, movilizar mis piernas antideportivas para correr como nunca; lo más apropiado a la situación. Yo, no era del tipo de persona que aspiraba a ser el héroe de los dioses de Valhala. Y exagerando aquella situación, puedo tener el atrevimiento de decir que dejé atrás a mi propia alma, tras haber iniciado aquella carrera para librarme de tal atrocidad.
Pero cuando tan sólo emprendí unos siete pasos, unos tentáculos viscosos color negro me atraparon del torso y me arrastraron hasta las entrañas del bosque oscuro, lúgubre y tenebroso. En aquel ínterin perdí todo tipo de noción de la situación. Y cuando desperté, estaba invadido por rostros de unas criaturas a las que jamás hubiese querido ver.
Al parecer eran seres con cuerpos de niños, ataviados con vestidos como los de las muñecas de porcelana y con unos rostros ancianos, tan arrugados como las pasas de uva. Pero no era eso lo que inquietaba mi quietud, sino que estas criaturas repulsivas abrían sus enormes bocas inmundas, repletas de colmillos haciendo notar la escasez de dientes comunes como los que Dios nos había concedido. Bocas que por cierto, se alejaban mucho de las bocas humanas tomando formas realmente aterradoras. Estas bocas estaban divididas en cuatro pedazos formando una “x” y se retraían una y otra vez, chorreando un líquido transparente con olor acre.
En aquel momento pasaban muchas sensaciones por mi ser, pero la que más hacía notar su presencia era la del miedo. En un intento desesperado por librarme de aquellos demonios de los caudales nocturnos, lancé golpes con mis puños hacia todas las direcciones posibles y a la vez pataleaba sin control alguno. Mientras que los diablillos intentaban morderme, algo que les había costado mucho, ya que les estaba dando una feroz batalla. Pero uno de ellos, hizo salir una cuchilla oculta en su muñeca derecha, que desgarraba su propia carne para liberarse y me cortó en la sección torácica. Jamás en mi vida había sentido tal dolor, un dolor que parecía que quemaba mi propia alma.
Ya sin fuerza, tras pelear como todo un gladiador hasta la muerte, sólo me rendí y dejé que aquellos bichejos hicieran su trabajo de verdugo.
Pero cuando el engendro con la cuchilla saltó hacia mi rostro de imprevisto, todo se tornó brumoso congestionándose mi zona ocular. Y en cuestión de segundos desperté al lado del arbusto donde había encontrado al primer demonio de las sombras danzantes. Esta vez había rostros que me asechaban pero no sofocaban mi respirar, ya que eran los de mis amados seres. Mi familia estaba preocupada por no tener conocimiento de qué es lo que me había ocurrido. Y mi fiel esposa, me preguntó algo que ya era presagiado.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué estás tirado? ¡Te lo dije, este bosque es peligroso!
Nada, no lo sé, le contesté, poniéndome en la piel de un tartamudo por el shock de sensaciones repulsivas.
Muy bien… te cargaré con la ayuda de los niños y te llevaremos al automóvil me dijo, tan divina como siempre.
Después de todo lo vivido, dormí como un cerdo en el trayecto hacia la ciudad. Pero cuando desperté, lo más insólito ocurrió, ya que le pregunté a mi concubina algo de lo que estaba muy seguro.
¿Ya llegamos? ¿No?
Denis, recién vamos por mitad de camino. Ahora nos adentraremos por la carretera que nos dará el radiante paisaje natural, de los bosques de pinos que demuestran su esplendor a leguas. Me contestó, en un tono irónico. Mientras mis dos pequeños, se liaban a empujones en los asientos traseros por un juguete.
¿Qué? Exclamé ¿Pero por qué estás manejando tú?
¿No lo recuerdas? Me dijisteis que tenías un sueño arrasador y, me pedisteis que yo manejara hasta nuestro paradero final.
Sin dudas, todo lo vivido había sido un sueño, gracias al glorioso creador de los cielos, todo había sido una maldita pesadilla. Además mientras viajábamos era de día. Un radiante día con el sol resplandeciente y los cielos divinos, que demostraban la viveza del mundo colosal.
El calor era abrumador y, decidí abrir la ventanilla para sentir la suave brisa de la carretera. Pero aún seguía con calor y decidí quitarme la remera. Y cuando lo hice, sin ningún tipo de aviso mi mujer, dio un grito de asombro.
¡Ah!
¿Qué? le pregunté atónito.
¡Mira tu pecho Denis! me dijo, con un pavor eterno.
Y cuando miré mi pecho inundado en vello, pude ver aquella cicatriz en la sección torácica.
Todo lo que había ocurrido en aquella noche, de la cual eran dueños aquellos engendros con rostros ancianos y cuerpos de niños, no había sido ningún tipo de engaño, ilusión o pesadilla. Todo había sido tan real que aún, conservaba aquel corte del cual nunca más olvidaré en toda mi vida.
Autor: Damian Fryderup
La María
Autor Jorge Isaacs
Obra de la literatura colombiana contemporánea del siglo XIX
Género Romántico
Es una obra donde las características de este género se desarrollan de manera perfecta:
El primer amor entre un hombre y una mujer que se vuelve imposible produciendo mucha melancolía y llevando a su protagonista hasta la muerte. El amor a la naturaleza hace gala en la descripción de sus paisajes. Es una obra donde la pureza y la autenticidad se pueden constatar a pesar que han transcurrido tantos años.
El argumento de la novela parte de la realidad. Sus protagonistas: Efraín y María.
Efraín es el seudónimo que Jorge Isaacs se da para escribir su propia historia.
La casa hoy en día se llama “El Paraiso” y está ubicada entre el Cerrito y Palmira. Una casa que se ha conservado como reliquia desde el siglo XIX (1848) y considerada patrimonio cultural del Valle del Cauca. Su dueño, el papá de Efraín (un hombre supremamente rico) fue el fundador del ingenio que hoy se llama “La Manuelita”, este nombre fue colocado en honor a su esposa Manuela. El billete de $50.000 colombiano tiene como emblema esta historia.
Breve resumen
Por esa época no era muy bien vista la relación entre primos. El padre de Efraín lo envía desde muy joven a estudiar a Bogotá, con el trasfondo de apartarlos.
Luego Efraín al cabo de seis años regresa a su casa y encuentra a María convertida en una adolescente. Durante los tres meses que Efraín está en su casa, porque luego es enviado a Londres para continuar sus estudios, el idilio entre ellos se fortalece y comprenden que su amor es verdadero.
Al saber que este amor (casto) no está bien visto sus encuentros se realizan en secreto solamente encubiertos por la hermana de Efraín, llamada Emma. Su amor desde la distancia se ve reforzado por las cartas que Emma enviaba y recibía de los dos.
A causa de los malos manejos del dinero de parte del papá de Efraín empiezan a suceder acontecimientos que afectan a los jóvenes. Sin embargo Efraín parte nuevamente a estudiar.
Al cabo de dos años de la separación María enferma gravemente. Efraín cuando se da cuenta por su hermana y emprende su regreso. Emma le dice que su presencia es necesaria para que María no muera.
Al llegar a la Hacienda, su hermana Emma, llorosa y de luto, cuenta a Efraín que María a sus 18 años ha fallecido. Efraín sufre terriblemente y sobre la tumba de María sigue declarándole su amor. Emma entrega a Efraín las dos trenzas que María se había echo cortar para que después de su muerte le sean entregadas a su amado.
Desconsolado Efraín parte de nuevo porque todo le recuerda a María. La gigantesca piedra donde se reunían para hablar de su amor se convierte en un recuerdo torturador al igual que los rosales, María acostumbraba a entregarle pétalos y a colocarle un florero lleno de rosas en su habitación.
María sufría de ataques epilépticos, sin embargo los médicos de aquella época denunciaron la muerte de María como “muerte de amor”. Ella entristeció tanto con la separación de Efraín y porque sabía que su amor no podría ser, que entró en abatimiento constante y dejó de alimentarse.
En la dedicatoria que el autor hace a sus hermanos expresa el carácter doliente de su narración:
[...] ¡si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la [misión] he cumplido fielmente!
[b]
-------
La semana pasada tuve el gusto de volver a El Paraíso y aquí están algunas de las fotos tomadas durante la visita:
El Paraíso... La primera fotografía es la entrada de la hacienda. Al lado derecho fotografía tomada desde la entrada hacia afuera donde se contemplan los grandes jardines y rosales. Desde ahí se divisa el Valle del Cauca en toda su planicie. Lástima que la polución ya no deja ver el reflejo del sol sobre el gran Río Cauca.
Y en la parte baja está el interior de la casa, igualmente sembrado de rosales.
..La entrada de la Hacienda>
La casa por adentro :
Algunas habitaciones(25 en total)
Autor Jorge Isaacs
Obra de la literatura colombiana contemporánea del siglo XIX
Género Romántico
Es una obra donde las características de este género se desarrollan de manera perfecta:
El primer amor entre un hombre y una mujer que se vuelve imposible produciendo mucha melancolía y llevando a su protagonista hasta la muerte. El amor a la naturaleza hace gala en la descripción de sus paisajes. Es una obra donde la pureza y la autenticidad se pueden constatar a pesar que han transcurrido tantos años.
El argumento de la novela parte de la realidad. Sus protagonistas: Efraín y María.
Efraín es el seudónimo que Jorge Isaacs se da para escribir su propia historia.
La casa hoy en día se llama “El Paraiso” y está ubicada entre el Cerrito y Palmira. Una casa que se ha conservado como reliquia desde el siglo XIX (1848) y considerada patrimonio cultural del Valle del Cauca. Su dueño, el papá de Efraín (un hombre supremamente rico) fue el fundador del ingenio que hoy se llama “La Manuelita”, este nombre fue colocado en honor a su esposa Manuela. El billete de $50.000 colombiano tiene como emblema esta historia.
Breve resumen
Por esa época no era muy bien vista la relación entre primos. El padre de Efraín lo envía desde muy joven a estudiar a Bogotá, con el trasfondo de apartarlos.
Luego Efraín al cabo de seis años regresa a su casa y encuentra a María convertida en una adolescente. Durante los tres meses que Efraín está en su casa, porque luego es enviado a Londres para continuar sus estudios, el idilio entre ellos se fortalece y comprenden que su amor es verdadero.
Al saber que este amor (casto) no está bien visto sus encuentros se realizan en secreto solamente encubiertos por la hermana de Efraín, llamada Emma. Su amor desde la distancia se ve reforzado por las cartas que Emma enviaba y recibía de los dos.
A causa de los malos manejos del dinero de parte del papá de Efraín empiezan a suceder acontecimientos que afectan a los jóvenes. Sin embargo Efraín parte nuevamente a estudiar.
Al cabo de dos años de la separación María enferma gravemente. Efraín cuando se da cuenta por su hermana y emprende su regreso. Emma le dice que su presencia es necesaria para que María no muera.
Al llegar a la Hacienda, su hermana Emma, llorosa y de luto, cuenta a Efraín que María a sus 18 años ha fallecido. Efraín sufre terriblemente y sobre la tumba de María sigue declarándole su amor. Emma entrega a Efraín las dos trenzas que María se había echo cortar para que después de su muerte le sean entregadas a su amado.
Desconsolado Efraín parte de nuevo porque todo le recuerda a María. La gigantesca piedra donde se reunían para hablar de su amor se convierte en un recuerdo torturador al igual que los rosales, María acostumbraba a entregarle pétalos y a colocarle un florero lleno de rosas en su habitación.
María sufría de ataques epilépticos, sin embargo los médicos de aquella época denunciaron la muerte de María como “muerte de amor”. Ella entristeció tanto con la separación de Efraín y porque sabía que su amor no podría ser, que entró en abatimiento constante y dejó de alimentarse.
En la dedicatoria que el autor hace a sus hermanos expresa el carácter doliente de su narración:
[...] ¡si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la [misión] he cumplido fielmente!
[b]
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La semana pasada tuve el gusto de volver a El Paraíso y aquí están algunas de las fotos tomadas durante la visita:
El Paraíso... La primera fotografía es la entrada de la hacienda. Al lado derecho fotografía tomada desde la entrada hacia afuera donde se contemplan los grandes jardines y rosales. Desde ahí se divisa el Valle del Cauca en toda su planicie. Lástima que la polución ya no deja ver el reflejo del sol sobre el gran Río Cauca.
Y en la parte baja está el interior de la casa, igualmente sembrado de rosales.
..La entrada de la Hacienda>
La casa por adentro :
Algunas habitaciones(25 en total)
Leyenda de Bochíca y del Tequéndama
Durante días y noches llovió tanto en la Sabana de Bacatá que se arruinaron las siembras; nadie volvió a salir de sus bohíos, que también se vinieron al suelo, o se mojaron tanto que lo mismo servía tener techo de palma o no.
El Zipa, quien comandaba todo el imperio Chibcha, y los caciques, que eran como los capitanes o gobernadores de los poblados de la sabana, se reunieron para buscar una solución, pues no sabían qué hacer y el agua seguía cayendo del firmamento en torrentes. Se acordaron entonces de Bochíca, un anciano blanco que no era de su tribu y quien había aparecido de repente en un cerro de la sabana.
Alto y de tez colorada, con ojos claros, barba blanca y muy larga que le llegaba hasta la cintura, vestía una túnica también larga, sandalias, y usaba un bastón para apoyarse. Él les había enseñado a sembrar y cultivar en las tierras bajas que quedaban próximas a la sabana; y a orar, y a tener una especie de código para los chibchas. Cuando se iniciaron las lluvias, Bochíca estaba visitando el poblado de Sugamuxi, en donde había un templo dedicado al Sol. Los chibchas decidieron llamarlo, porque pensaron que Bochíca era un hombre bueno que podría ayudarlos, o todo el imperio perecería a causa de la gigantesca inundación. El anciano dialogó con dificultad con los caciques, pues no dominaba su lengua, pero se hacía entender y le comprendían bastante. Se retiró a un rincón del Bohio que tenía por habitación, rezó a su dios, que decía era uno solo. Luego salió y señaló hacia el sur occidente de la sabana.
Cientos de indios organizaron una especie de peregrinación con él. Se detuvieron después de varios días en el sitio exacto en donde la sabana terminaba, pero las aguas se agolpaban furiosas ante un cerco de rocas. Los árboles enormes y la vegetación selvática frenaban el ímpetu del agua. De repente Bochíca, con su bastón, miró al cielo y tocó con el palo las imponentes rocas. Ante la sorpresa y admiración de unos y la incredulidad de todos, las rocas se abrieron como si fueran de harina. El agua se volcó por las paredes, formando un hermoso salto de abundante espuma, con rugidos bestiales y dando origen a una catarata de más de 150 metros de altura. La sabana, poco a poco, volvió a su estado normal.
Y allí quedó el "Salto del Tequendáma" que une las tierras inferiores a las superiores. Dicen que Bochíca, tiempo después, desapareció silenciosamente como había venido
El Zipa, quien comandaba todo el imperio Chibcha, y los caciques, que eran como los capitanes o gobernadores de los poblados de la sabana, se reunieron para buscar una solución, pues no sabían qué hacer y el agua seguía cayendo del firmamento en torrentes. Se acordaron entonces de Bochíca, un anciano blanco que no era de su tribu y quien había aparecido de repente en un cerro de la sabana.
Alto y de tez colorada, con ojos claros, barba blanca y muy larga que le llegaba hasta la cintura, vestía una túnica también larga, sandalias, y usaba un bastón para apoyarse. Él les había enseñado a sembrar y cultivar en las tierras bajas que quedaban próximas a la sabana; y a orar, y a tener una especie de código para los chibchas. Cuando se iniciaron las lluvias, Bochíca estaba visitando el poblado de Sugamuxi, en donde había un templo dedicado al Sol. Los chibchas decidieron llamarlo, porque pensaron que Bochíca era un hombre bueno que podría ayudarlos, o todo el imperio perecería a causa de la gigantesca inundación. El anciano dialogó con dificultad con los caciques, pues no dominaba su lengua, pero se hacía entender y le comprendían bastante. Se retiró a un rincón del Bohio que tenía por habitación, rezó a su dios, que decía era uno solo. Luego salió y señaló hacia el sur occidente de la sabana.
Cientos de indios organizaron una especie de peregrinación con él. Se detuvieron después de varios días en el sitio exacto en donde la sabana terminaba, pero las aguas se agolpaban furiosas ante un cerco de rocas. Los árboles enormes y la vegetación selvática frenaban el ímpetu del agua. De repente Bochíca, con su bastón, miró al cielo y tocó con el palo las imponentes rocas. Ante la sorpresa y admiración de unos y la incredulidad de todos, las rocas se abrieron como si fueran de harina. El agua se volcó por las paredes, formando un hermoso salto de abundante espuma, con rugidos bestiales y dando origen a una catarata de más de 150 metros de altura. La sabana, poco a poco, volvió a su estado normal.
Y allí quedó el "Salto del Tequendáma" que une las tierras inferiores a las superiores. Dicen que Bochíca, tiempo después, desapareció silenciosamente como había venido
La Leyenda del Caballo Argentino.
Protagonista de numerosos relatos y mitos, el caballo también es el eje de atractivas historias en nuestras tierras. La geografía pampeana fue el terreno perfecto para la expansión de los equinos traídos por la conquista europea, y la imagen de tropillas salvajes galopando por la llanura sureña se erigió desde entonces como bella metáfora de la libertad. Entre tantas, una leyenda que sobresale es la del Potro Bragado, que participa del origen del nombre de la localidad del noroeste de Buenos Aires y contiene una conmovedora demostración de orgullo y rebeldía.
La historia que llegó hasta estos días y, como toda leyenda, mezcla mito y verdad, tuvo origen en la segunda mitad del siglo XVIII con la laguna bragadense como escenario. Allí se dejaba ver un potro de gran tamaño y magnética belleza. El animal iba muy seguido en busca de agua y pronto se transformó en objeto de deseo de paisanos, aborígenes -pampas y ranqueles, entre otros- y soldados que patrullaban la zona. Además de su espíritu profundamente salvaje, a este potro de pelaje colorado requemado -o “sangre de toro” por lo oscuro y profundo del color- lo distinguía una marca que lucía en el cuerpo: una extensa braga de color blanco que recorría su vientre.
La leyenda cuenta que fue creciendo la fama del animal a fuerza de reiterados y fallidos intentos de apresarlo o domarlo. Pronto la admiración y el deseo de poseerlo se transformaron en obsesión y el acecho se volvió cada vez más exhaustivo. Así comenzó a cerrarse un círculo fatal sobre el destino del misterioso potro.
El día del juicio finalmente llegó, pero el bragado tenía guardada una última jugada. Acorralado por un grupo de paisanos armados con boleadoras, llegó hasta el extremo de una barranca sobre la laguna. Sin camino de salida y ante la inminencia de su captura, el instinto le dictó una decisión trágica, que podría pensarse impropia del comportamiento animal: de un salto se arrojó por el precipicio, en caída mortal hacia el agua. Según la historia, fue en ese momento cuando se bautizó a la laguna con el nombre de Bragado, honor que luego siguió a la ciudad fundada en su orilla por el coronel Eugenio del Busto.
“Potro Bragado, como nosotros, preferís la muerte antes que perder tu libertad”, es la frase que soltó uno de los frustrados captores, según la leyenda. Y aquí parece estar el corazón de la historia, el que justifica el mito del Potro Bragado en la pampa fértil que un siglo después fue manchada de sangre por las campañas de conquista territorial y exterminio del indio. Se unen también los espíritus indómitos del potro suicida y del gaucho, el ícono del malogrado rebelde de las pampas que inmortalizó el “Martín Fierro”.
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Bragado es una Ciudad de la Provincia de Buenos Aires donde se celebra todos los años, en Octubre, la Fiesta Nacional del Caballo en honor del Bagual ( potro salvaje ) Bragado y donde hay una estatua que lo recuerda
La historia que llegó hasta estos días y, como toda leyenda, mezcla mito y verdad, tuvo origen en la segunda mitad del siglo XVIII con la laguna bragadense como escenario. Allí se dejaba ver un potro de gran tamaño y magnética belleza. El animal iba muy seguido en busca de agua y pronto se transformó en objeto de deseo de paisanos, aborígenes -pampas y ranqueles, entre otros- y soldados que patrullaban la zona. Además de su espíritu profundamente salvaje, a este potro de pelaje colorado requemado -o “sangre de toro” por lo oscuro y profundo del color- lo distinguía una marca que lucía en el cuerpo: una extensa braga de color blanco que recorría su vientre.
La leyenda cuenta que fue creciendo la fama del animal a fuerza de reiterados y fallidos intentos de apresarlo o domarlo. Pronto la admiración y el deseo de poseerlo se transformaron en obsesión y el acecho se volvió cada vez más exhaustivo. Así comenzó a cerrarse un círculo fatal sobre el destino del misterioso potro.
El día del juicio finalmente llegó, pero el bragado tenía guardada una última jugada. Acorralado por un grupo de paisanos armados con boleadoras, llegó hasta el extremo de una barranca sobre la laguna. Sin camino de salida y ante la inminencia de su captura, el instinto le dictó una decisión trágica, que podría pensarse impropia del comportamiento animal: de un salto se arrojó por el precipicio, en caída mortal hacia el agua. Según la historia, fue en ese momento cuando se bautizó a la laguna con el nombre de Bragado, honor que luego siguió a la ciudad fundada en su orilla por el coronel Eugenio del Busto.
“Potro Bragado, como nosotros, preferís la muerte antes que perder tu libertad”, es la frase que soltó uno de los frustrados captores, según la leyenda. Y aquí parece estar el corazón de la historia, el que justifica el mito del Potro Bragado en la pampa fértil que un siglo después fue manchada de sangre por las campañas de conquista territorial y exterminio del indio. Se unen también los espíritus indómitos del potro suicida y del gaucho, el ícono del malogrado rebelde de las pampas que inmortalizó el “Martín Fierro”.
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Bragado es una Ciudad de la Provincia de Buenos Aires donde se celebra todos los años, en Octubre, la Fiesta Nacional del Caballo en honor del Bagual ( potro salvaje ) Bragado y donde hay una estatua que lo recuerda
jueves, 1 de agosto de 2013
Los Celtas
Celtas se les denomina a los pueblos antiguos que habitaban la Galia, en parte las Islas Británicas y España, además hablan o hablaron la lengua indoeuropea celta. En el siglo I a.C. se extendían por gran parte de Europa, ocupando desde la actual Turquía en Asia Menor hasta Portugal. Su nombre genérico aparece en documentos romanos como "celtae", término que es de origen griego keltoi que significa "la gente desconocida". Esta denominación fue aplicada a estos pueblos por su constumbre de edificar su civilización en gran armonía con la naturaleza, pues para ellos, bosques y fauna eran sagrados, y a diferencia de otros pueblos, este mimetismo natural, los hacía paracer que se encontraban escondidos en los bosques. Los celtas se han llamado siempre a sí mismos galiain, o sea: galos (derivados: gálata, galaico).
Actualmente la cultura Celta está presente en varios grupos que van desde Irlanda, Gales, Escocia, el norte de Francia, la región Portuguesa de Minho y las regiones españolas de Galicia y Asturias.
Las primeros registros históricos que se tienen datan de su encuentro con el Imperio Romano, el choque de estas dos culturas, trajo, como en casi toda Europa, la asimilación de la cultura Romana por el pueblo más debil, así costumbres y cultura Romana fue adoptada y posteriormente el cristianismo jugó un papel importante en estos pueblos.
Julio César fue el primero en conquistar a los pueblos Celtas, en las famosas guerras Galicas, posteriormente el Emperador Claudio se encargó de conquistar las Islas Británicas, sin embargo, aun bajo gobierno Romano, la cultura y civilización Celta continuaron, debido al respeto de los Romanos a los usos y costumbres de sus pueblos conquistados.
El repliegue Celta de Europa y de las Islas Británicas se debió más bien a las invasiones de pueblos germánicos como los anglo sajones, que prácticamente aniquilaron a los Bretones y Otros pueblos celtas que vivian en la región.
La organización social de los Celtas era en pequeños reinos, donde existia la clase guerrera, la clase intelectual (incluyendo Druidas, Bardos, etc) y el resto de la población. A diferencia de otros pueblos, donde el monarca era siempre el primogénito del Rey que había fallecido, los Celtas usaban un método de elección llamado Tanistría (del gaélico Tàinste) donde el consejo del pueblo elegía entre los descendientes del Rey al que su valía y habilidades lo calificaban como el mejor para dirigir a su pueblo, en ocasiones cuando el consejo lo creía necesario, el nuevo Rey vendría de una casa diferente.
Las mujeres tenían parte fundamental en la vida social, y participaban en igualdad de condiciones en la clase guerrera o la clase gobernante, lo que causó gran admiración en los Romanos, que relatan en sus crónicas que las Reinas y guerreras Celtas eran tan o más aguerridas e inteligentes que los hombres.
Aunque tenían lenguaje escrito, sólo era usado para propósitos ceremoniales, y la historia Celta se transmitía de generación en generación a través de los cantos y poemas de los Bardos.
En cuanto a la religión, profesaban un politeismo Celta, también llamado Religión Druidica, con sus respectivos Dioses, Diosas, y héroes, esta religión estaba muy unida a la naturaleza y los árboles tenían un papel muy importante, tanto que lo más cercano al zodíaco greco-romano, era la asociación de la personalidad de una persona a un árbol en específico. Creían en la vida después de la muerte, en donde las almas llegaban a un mundo mejor, llamado de diversas formas, como "La tierra de los vivos", "El llano de la delicia" o "La tierra de los jóvenes" todas ellas una tierra donde no había enfermedades, envejecimiento, o dolor, todo era felicidad por siempre.
http://es.metapedia.org/wiki/Celtas
Música: Saint Patrick An Dro de Carlos Nuñez
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