martes, 2 de julio de 2013

Caballo Astur por antonomasia, EL ASTURCÓN

Datos históricos

Datos históricos

_El geógrafo griego ESTRABÓN (63 a.C.. muerto en Roma el 19 d.C.), describe con amplia minuciosidad las condiciones de vida de los astures, “su rudeza y salvajismo, y lugares que habitaban, de difícil acceso tanto por mar como por tierra”.... SILIO CAYO ITÁLICO (poeta épico latino; se le supone nacido en Hispania el año 25 d.C.) ya nos habla de nuestro asturcón: del que destaca “la estrella blanca que adorna su frente...; aunque de mediana estatura y de figura poco vistosa, su brioso ardor le da notable prestancia; es veloz, y en su rápida andadura tasca el freno con su espumeante boca...”
_MARCO VALERIO MARCIAL (poeta latino nacido en Bilbilis-Calatayud hacia, 40-104). En sus Epigramas también nos habla de “un caballo pequeño, propio de los astures, que mueve las patas con un peculiar tacto...”
_El escritor romano PETRONIO (m. en Roma hacia el año 66, autor de obras notables, como Satiricón) dice en una carta que “... regalaré al muchacho un caballo asturcón macedónico”, con lo que da a entender que tal apelativo se convirtió en una marca para resaltar las características del caballo prototipo.
_CAYO CECILIO PLINIO (conocido como Plinio el Joven; escritor romano 61-113 muy conocido por sus numerosas Cartas). Refiriéndose al caballo de los astures menciona, al igual que otros autores, la peculiar andadura de este animal, a la que califican como “paso portante”, o, en latín, “tolutim ire”: ... su paso es cómodo debido al peculiar movimiento simultáneo de las dos patas de un mismo lado...” CAYO _SUETONIO TRANQUILO, escritor romano y secretario del emperador Adriano (70-140), en su Vida de los doce Emperadores, y en el tema Nero (Nerón), habla de “el asturcón con el que disfrutaba mucho...”
_MARCO TERENCIO VARRÓN (116 al 27 a.) fue un célebre y prolífico escritor romano, que llegó a desempeñar el cargo de gobernador en la Hispana, utiliza también (hablando de los caballos) la expresión latina tolutim capere o tolutim ire refiriéndose a la conocida característica de los asturcones: “...en cuanto a los caballos, se encarga al domador que los dome para un paso portante...”
Es indudable que en las prolongadas guerras con las que Roma, incluso con la participación personal del propio César Augusto, se propuso domeñar a aquellas tribus de valerosos montañeses, más que para ofrecerles una vida más civilizada, por el propósito más beneficioso para ella como era la explotación de los recursos minerales que fueron descubriendo, tuvieron notable resonancia aquellos bravos y rústicos corceles, cuya legendaria fortaleza y resistencia queda acreditada, como nos cuenta el propio Estrabón, por “la costumbre de los astures de montar dos de ellos en cada caballo”. Tanto apreciaron aquella utilidad, para la paz como para la guerra, que sus dueños llegaron a convertirlo en animal sagrado. Los propios legionarios romanos quedaron profundamente afectados por la “bárbara costumbre de sus enemigos astures de sacrificar algunos caballos en las noches de plenilunio, como ofrenda muy preciosa al dios de la guerra”.

Contaban que después del sacrificio, en medio de danzas y bárbaros ritos religiosos, bebían la sangre y devoraban el corazón de los caballos con la creencia de que así adquirían aquellas admiradas cualidades de fortaleza, brío y resistencia de sus monturas. El propio Horacio (Quintus Horatius Flaccus, tribuno romano y luego consagrado totalmente a la literatura, especialmente la poesía con sus famosas Odas; 65 a 8 a.C), recoge aquella tradición en una de sus obras: “... la tribu astur de los concanos bebía la sangre de los caballos...”. Y no menos notable era el no poco frecuente hecho de grabar en las lápidas funerarias de algún significado guerrero, junto con la dedicatoria al difunto, la silueta de su caballo preferido.

Finalizadas aquellas cruentas guerras, muchos astures fueron obligados a alistarse en diversas legiones romanas a pie o a caballo, y sus ya legendarios asturcones transportados a Roma, donde se hicieron famosos, como ya hemos tenido ocasión de leer. Sin ir más lejos, Pelagonio nos cita en su obra Artis vetera una nueva profesión, la de asturconarius, que venía a ser una especie de tratante especializado en caballos asturcones. Precisamente se comentó, como algo notable, la victoria de un asturcón en las famosas carreras de Alepo, así como en las competiciones circenses. Como notable anécdota, que no la única, la que nos dejó Marco V. Marcial en una de sus églogas. “Este pequeño caballo, de galope cadencioso, procede de las Asturias, fértiles en minas de oro....”

Morfología

El aspecto general de un asturcón es el de un poni ágil, armonioso además de fuerte y resistente. Su capa es de color negro o castaña, aunque a primera vista el asturcón invernal presenta una apariencia totalmente diferente a la estival. Su adaptación a los rigores de la montaña provoca que durante la época fría el animal se recubra de una capa de pelo de color castaño que le protege.

Su cabeza es pequeña, de perfil ligeramente cóncavo y rematada por amplios ollares. Los ojos son negros, grandes y vivaces. Las orejas, pequeñas y de una gran movilidad, flanquean una despejada frente cubierta por un tupido fleco. Un cuello de mediana longitud, algo arqueado en los machos, del que se precipitan una densa y prolongada cascada de crines.

Tiene espaldas muy inclinadas, grupa también inclinada y nunca doble con una cola de abundante pilosidad. Un amplio arco costal con un frente pectoral de musculatura bien definida reposan sobre unas extremidades finas con cascos pequeños y redondeados muy resistentes. Su alzada media es de 1,25 metros dependiendo en gran manera del sistema de cría.



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