viernes, 26 de julio de 2013

QUINTA GUADALUPE



“QUINTA GUADALUPE”, EL OSTENTOSO LEGADO A
COLOMBRES DEL EMPRENDEDOR IÑIGO NORIEGA

Colombres, a principios del siglo XX era una aldea sin ningún tipo de servicios. Gracias a la iniciativa del simpar Iñigo Noriega Isla construyendo la “Quinta Guadalupe” logró la completa transformación de su pueblo natal y atrajo las inversiones de números emigrantes que han hecho de Colombres un auténtico museo de la arquitectura de los indianos.
El indiano ribadedense Iñigo Noriega emigró en 1868 a México cuando solamente tenía catorce años. Vio el camino de la prosperidad casándose con Guadalupe Castro la hija del dueño de la cantina en la que trabajaba cuyo nombre resulta inspirador: “El borrego degollado”. Tan imaginativo era que para no cumplir la orden que imponía el cierre de las puertas de la cantina a las doce de la noche, se le ocurrió la idea de arrancar las puertas para que pudiese estar abierta todo el día.
Tal decisión hizo que el presidente de la República de México, Porfirio Díaz se interesase por sus proyectos y le respaldase para el desarrollo de importantes iniciativas empresariales. Iñigo Noriega también era consciente de que, además de estar al lado del poder gubernamental, era menester llevarse bien con el llamado “cuarto poder”. Así que supo rodearse de un grupo de periodistas que debidamente estimulados económicamente cantaban sus excelencias a los cuatro vientos. En eso también fue un precursor al entender la necesidad de una buena política de comunicación.
Pero de nada valía ser millonario en México si en su pueblo natal no se enteraban de su poderío. No le bastó con fundar una ciudad a la que llamó Nueva Colombres. Así que mandó construir una ostentosa casa rodeada de maravillosos jardines, a la que puso el nombre de su mujer: “Quinta Guadalupe”. De dirigir las obras responsabilizó al arquitecto santanderino Lavin Casalis y los muebles los compró en Londres y París. ¿Sería por dinero?
Cuando Porfirio Díaz fue derrocado por la revolución mexicana, Iñigo Noriega le ofreció gentilmente la mansión como residencia permanente, pero el líder mexicano nunca puso los pies en Colombres y optó por exiliarse a París que debía de ser algo más divertido. No obstante, Iñigo Noriega Isla mantuvo allí el personal de servicio y dos haigas a la puerta por si algún día aparecía por allí Porfirio Díaz.
Quien fuera dueño de minas, haciendas, ferrocarriles –fue quien explotó la línea entre Ciudad de México y Puebla- y fábricas textiles se quedó sin nada tras la revolución mexicana de 1919 porque se lo expropiaron todo. Quien hasta había tenido ejército propio y era el mayor terrateniente del norte de México tuvo que exiliarse a Nueva York.
Pero inquieto como era después hasta llegó a ser sheriff en Texas, en Cameron County y su biógrafo José Ignacio Gracia Noriega cuenta que hay una fotografía de Iñigo Noriega Isla con un gran pistolón. O sea que era un hombre de armas tomar.
Su esposa Guadalupe Castro le dio once hijos, pero cuenta la leyenda que su fogosidad sexual era tal que tuvo un centenar de hijos con otras mujeres, algunos de los cuales reconoció.
Aquella mansión que nunca fue el hogar de Iñigo Noriega y su familia, aunque sí tuvo plantilla de criados y disfrutó en ella de grandes banquetes a base de langosta, después de su muerte –en diciembre de 1920, en Ciudad de México- la utilizaron primero como lujoso hospital neurosiquiátrico, luego orfanato y en 1986 se ubicó en ella la Fundación Archivo de Indianos, aunque lamentablemente su futuro ahora tampoco esté nada claro tras los recortes presupuestarios sufridos. “Quinta Guadalupe” también sigue sufriendo los avatares de una hermosa historia sin conocido final.


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